Hasta
el último momento guardamos y sacamos cosas de la maleta. Esto no hace falta,
esto por si acaso, esto lo llevas tú…
Bueno,
ya estamos en el aeropuerto, hemos madrugado más de lo necesario, y ahora nos
sobra media hora para escribir al mundo, comernos una manzanita, y la penúltima
cerveza española.
Después
de dejar a Inma y a “los niños” junto al mostrador de facturación, me voy de
excursión a aparcar el coche en IFEMA. Ya nos ha copiado la idea un montón de
gente, y cada vez cuesta más encontrar un hueco para aparcar.
En
menos de 45 minutos estoy de vuelta, todas las maletas cumplen las
restricciones de peso, y nos ahorramos el espectáculo de otras veces de cambiar
cosas de un lado a otro.
Ahora
nos queda la prueba de la puerta de embarque, voy a beberme todo el líquido que
nos queda, y a esconder la navaja, ja, ja...
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