Hoy lo hemos hecho, esta isla está llena de centros de buceo y de buceadores que van de un sitio a otro. La verdad es que desde cualquier playa puede verse ya un bonito fondo marino.
Hemos contratado un pack familiar, para que Saúl y Luna tengan su primer contacto con el mundo del submarinismo. Cada uno lo vivimos de una forma diferente, y está ha sido nuestra experiencia:
Luna:
Una vez haber contratado el pack y haber investigado un poco mas sobre lo que era eso del submarinismo, me entró el miedo... Estuve temblando hasta que que el instructor de buceo comenzó a explicar, claro que yo, no entendia nada, pero mi padre iba traduciendo cada frase que decia. Por fin cogí confianza, nos dieron un neopreno de nuestra talla junto con unos escarpines y unas aletas, nos cambiamos y nos preparamos para subir a la furgoneta que nos llevaba junto con todo el equipo. Nos sacaron el chaleco y la botella, que por cierto, pesaba lo suyo... Nos acompañaban dos chicos y una chica que fueron a inspeccionar si ese era el mejor sitio para que yo y mi hermano aprendieramos agusto, finalmente decidieron que si, que ese era el sitio. Nos metimos en el agua, escupimos un par de de veces a la máscara para lavarla bien, uno de los chicos se quedó conmigo y con mi hermano para asegurarse de que habiamos entendido bien todo lo que él habia explicado. Nos ponemos en marcha y comenzamos a mover las aletas, al principio, a mi hermano y a mi nos cuesta mas, luego vamos mejor. La botella ya apenas nos pesa, solo tenemos que seguir unas sencillas instrucciones para que todo valla bien y poder seguir viendo pececillos. A mi madre se le mete agua por la nariz y se agobia un poco, entonces decide salirse con uno de los chicos, mi hermano parece que no consigue entender del todo al otro chico que nos acompaña a él y a mi, además se le acaba el aire, por lo que se va con la chica fuera. Ya solo quedamos mi padre, un monitor y yo. Nos salimos en poco tiempo porque a mi tambien se me empieza a acabar el aire. Cuando salgo me ayudan a quitarme el chaleco y la botella que pesan tanto, y mientras tanto mi padre se va con el monitor buceando hasta la otra orilla. A mi la verdad, es que se me hizo muy corto, pero por lo menos ya no tenia miedo.
Ya solo faltaba quitarnos nuestros equipadisimos trajes y claro, pagar.
Saúl:
Yo mañana lo cuento...
Luis:
Cuando miro el pasaporte de buceador y me doy cuenta de que mi última inmersión fué hace tres años, me sorprendo de como pasa el tiempo. Viendo el vídeo de aprendizaje que han puesto para los niños, lo recuerdo todo al momento. Estoy loco por meterme en el agua, hace calor, pero el trayecto en la furgoneta es supercorto. Lo más dificíl es ponerme las aletas, aún me duele un poco la espalda, pero en el agua todo se me pasa. Veo a Saúl y a Luna haciendo ejercicios en la playa, a un metro y medio de profundidad, Inma y yo empezamos a probar el equipo con los monitores que nos acompañan. Todo funciona bien, bueno, todo no. Al poco tiempo de estar en el agua veo que Inma se retira, me dicen que está bien, pero se ha agobiado un poco. Buen luego nos lo contará. Yo sigo con los niños y otros dos monitores, todo fluye, la temperatura del agua es perfecta, y estamos agusto con nuestro equipo, el entorno es bonito, aunque el agua está un poco revuelta por la tormenta de esta mañana, muchas algas. Bajamos casí sindarnos cuenta a nueve metros, para mi que algo menos, y tenemos que subir porque Saúl se ha quedado sin aire. Respira muy deprisa por los nervios; después de bucear otro rato con Luna, ella también sale a la superficie. A mi me queda la mitad de la botella todavía, así que decidimos ir buceando hasta el Centro de buceo, para aprovechar un rato más en el agua. Se ha acabado pronto, me ha sabido a poco, pero es una experiencia compartida que tiene triple valor para todos.
Inma:
Que sueño tengo!!!
Esribo un día después de nuestra experiencia, pues anoche me pudo el cansancio...
Tengo que decir que lo que más me gustó fue poder ver a Saúl y Luna buceando, haciendo todo lo que por señas, debajo del agua, les pedía el instructor (vaciarse la máscara, intercambiarse el respirador...) y luego verlos aletear delante de mí, adentrándose en lo más profundo... Y más tranquila al ver a Luna, que después de decir una y otra vez que ella no iba a bucear, que le daba miedo, se movía como pez en el agua...
Pero también tengo que decir que a partir de un determinado momento, lo llegué a pasar francamente mal. Todo empezó cuando me estaba colocando la máscara antes de meterme en el agua. El pelo se me enganchó en la cinta de la máscara y al ayudarme Luis a desenredarlo, se desajustó, lo que contribuyó a que la máscara no me quedara tan ajustada a la cara. Durante mucho rato todo iba bien (aunque Luis diga que enseguida salí del agua, la noción del tiempo debajo del agua es distinta), pero de pronto empecé a notar que me entraba agua por la máscara. Eso es algo que puede ocurrir y por eso es básico aprender la técnica de vaciar la máscara inclinando la cabeza hacia atrás y soplando por la nariz. La teoría es fácil, pero hace más de 4 años que no la practicaba. El caso es que después del primer intento, se me llenó aún más la máscara de agua y al intentar soplar con fuerza por la nariz, creo que primero respiré por la misma y noté cómo un enorme trago de agua salada pasaba por mi garganta, por mis pulmones...Fue una sensación muy agobiante. Cuando estás en una playa y de pronto tragas agua, enseguida intentas escupirla, pero aquí todo se complicaba, porque en la boca tenía el respirador. De forma automática, lo que me salía era quitarme el respirador para poder aliviar la garganta, los pulmones...y de hecho, hubo un momento en el que me lo quité, pero enseguida, el buceador que me acompañaba, me hizo señales de que me lo pusiera. Mi respiración se había acelerado mucho y sentía un ahogo grande en el pecho que me dificultaba respirar. Mi compañero de buceo me preguntó por señas si me encontraba bien y yo le dije que no, que quería subir. Poco a poco fui relajándome y respirando con algo más de normalidad, pero aún seguía con cierto ahogo en el pecho. Cuando ascendimos a la superficie, me quedé flotando con el chaleco inflado y me dejé llevar por mi compañero hasta la zona donde podía subir a tierra. Le agradecí su atención y ayuda, aún con las dificultades del idioma. Espero que la próxima vez no tenga ningún incidente y pueda disfrutar más de esta bonita actividad.
Al momento de subir, llegaron Saúl y al poco Luna, los dos contentos con lo que habían vivido, aunque se les supo a poco.
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